MARITORNES
Maritornes es una criada asturiana de la
venta en la que Don Quijote y Sancho Panza se hospedarán tras el incidente que
tienen con los yangüeses por Rocinante.
Cervantes la describe
"ancha de cara, llana de cogote, de nariz
roma, del un ojo tuerta, y del otro no muy sana: verdad es que la gallardía del
cuerpo suplía las demás faltas; no tenía siete palmos de los pies a la cabeza,
y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo
que ella quisiera."[1]
Maritornes, por tanto, no se parece a otras
mujeres de la novela, pues carece de esa belleza natural que tanto Marcela como
Dorotea, la mora Zoraida o Luscinda tienen y que es una cualidad importante en
la mujer que Cervantes presenta en la novela. Además, junto a su falta de
hermosura, ella tampoco es fiel, perfecta ni virgen que son otros de los rasgos
importantes en la mujer de esta obra, lo que crea un contraste entre este
personaje y el resto de las mujeres.
Ella es una de las protagonistas de una
comedia de enredo que Cervantes introduce en la novela. Maritornes había
acordado con un arriero de Arévalo en verse esa noche para reconfortarse juntos.
Sin embargo, debido al dolor en las costillas que tenía Don Quijote, como
consecuencia de la paliza que le habían dado, no podía dormir, y tenía los ojos
abiertos como platos. Lo mismo le sucedía a Sancho. De este modo, el ingenio de
Don Quijote comenzó a maquinar una de sus ideas: se imaginó que estaba en un
castillo y que la hija del dueño del castillo se había enamorado de él y venía
a buscarlo. Así, cuando llegó la hora acordada entre la criada asturiana y el
arriero, Maritornes entró en el aposento en el que se encontraban los tres (Don
Quijote, Sancho Panza y el arriero), el hidalgo la sintió y tendió sus manos
para recibir a la que creía su hermosa doncella. La asturiana iba con los
brazos delante para encontrar a su arriero, sin embargo, con quien se topó fue
con Don Quijote. En este momento, Maritornes ya no sabía como zafarse de él,
pues la tenía bien agarrada.
Don Quijote en su imaginación la pintó como
había leído en sus libros de caballerías convirtiendo sus cabellos en hebras de
lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor le parecía que oscurecía al mismo
sol; su aliento le pareció de un olor suave y aromático y su vestimenta la
sintió como la más fina y delgada tela que hubiera tocado.[2]
Después de esto sucede una situación
bastante liosa, pues el arriero, al percatarse de lo que estaba sucediendo,
comienza a darle una paliza a Don Quijote, mientras Maritornes escapa y se mete
en la cama de Sancho Panza, este también acabará involucrado en la paliza.
Sin embargo, en su segunda aparición en el
Quijote[3],
Maritornes es presentada como una mujer cariñosa y afectiva que ayuda a Sancho,
pues esta paga de su bolsillo el vino que el escudero se iba a tomar.
Vanessa
Sánchez Viñolo
[1]
Capítulo XVI, pg. 138.
[2] Cervantes
(2004: 142)
[3]
Capítulo XVII de la primera parte de El Quijote.