DULCINEA DEL TOBOSO: La mujer que habitaba en la cabeza de Don Quijote.


Dulcinea es la pieza sobre la que gira toda la realidad que está dentro de la mente de Don Quijote, ya que él siempre la menciona en sus victorias[1], contra sus enemigos, con su escudero mientras van de viaje, pues es una figura que don Quijote tiene siempre muy presente y que es de suma importancia en la novela y en la realidad del hidalgo.
El personaje de Dulcinea es la expresión perfecta del petrarquismo, un amor cortés llevado al extremo como podemos observar en estas palabras de nuestro caballero en el capítulo XXX de la primera parte de El Quijote:
“Ella pelea en mí y vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida y ser.” [2]
Un amor muy propio del Renacimiento, basado en la idealización de la dama - que debe ser de alto linaje y a la que le acompañe un nombre que refleje su condición social- y el amor platónico. Don Quijote siempre se representa en relación a ella como un ser inferior, el amante ve a la dama como un ser inalcanzable. De esta manera, el amor a la dama supone el aliento vital para la caballería.
Para el amor que surge entre los personajes del caballero y la dama, propio de los libros de caballerías, Don Quijote se inspira en la campesina Aldonza Lorenzo, que vive en su cabeza, para él es su señora, su amada, su musa, a ella le debe su fuerza, le dedica sus victorias, se queda por las noches en vela pensando en ella[3]. Pero, pese a todo, su amor es discreto y se mantiene en secreto. 
Se debe destacar la parodia que Cervantes ha creado con los dos aspectos tan opuestos de Dulcinea, la dama idealizada que surge de la invención de Don quijote y que representa la perfección y la moza labradora, Aldonza Lorenzo, de rasgos rudos y fuertes, sin ningún atractivo físico de la que habla Sancho[4]. Son dos imágenes totalmente distintas que reflejan la realidad y la ficción, temas centrales en la obra de Cervantes. 
Vanessa Sánchez Viñolo

    










 






[1] Como, por ejemplo, en la batalla que tuvo con el gigante, que quería conquistar el reino de la princesa Micomicona (Dorotea)., aunque Don Quijote solo destrozó unos cuantos cueros de vino del ventero como se puede leer en el capítulo XXXV de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
[2] Cervantes (2004: 307).
[3] Incluso haciendo penitencia en Sierra Morena.
[4] Así lo señala Michela Zaniolo Mitracola (2016)